El último año me enfrenté a una lección incómoda, pero necesaria: dejar de permitir que los comentarios vacíos de ciertas personas —especialmente figuras de autoridad— afectaran mi paz mental. Esos mensajes ambiguos, carentes de sustancia y desprovistos de intención constructiva, solían irritarme profundamente. Hoy, sin embargo, he aprendido a filtrarlos. Este proceso no fue fácil, pero se ha convertido en una herramienta clave para preservar mi enfoque y bienestar laboral.
¿Qué son los "comentarios vacíos"?
Me refiero a frases como "Hay que mejorar" sin especificar cómo, "Buen trabajo" sin reconocer qué exactamente funcionó, o "Esto no está bien" sin ofrecer alternativas. Son palabras que, aunque técnicamente válidas (porque reflejan una opinión), carecen de dirección, contexto o empatía. No son críticas útiles ni elogios genuinos; son ruido que se disfraza de comunicación.
Durante meses, estos comentarios me generaban frustración. Me preguntaba: "¿Por qué no pueden ser claros? ¿Es que no les importa, o simplemente no saben cómo comunicarse?". La respuesta, descubrí, suele ser una mezcla de tres factores:
Falta de habilidades de liderazgo: No todos los jefes están entrenados para dar retroalimentación efectiva.
Comodidad en la ambigüedad: Para algunos, mantener las cosas vagas es una forma de evitar compromisos o conflictos.
Desconexión emocional: Hay quienes no dimensionan el impacto de sus palabras en el equipo.
La trampa de buscar significado donde no lo hay
Al principio, invertía energía tratando de descifrar qué había detrás de esos comentarios. ¿Eran una indirecta? ¿Una señal de desaprobación? ¿O simplemente un hábito inconsciente? Con el tiempo, entendí que buscar profundidad en lo superficial era agotador e improductivo. Peor aún: alimentaba un ciclo de ansiedad y resentimiento que distraía de mis metas reales.
Un día, tras recibir un "Podrías esforzarte más" después de semanas de trabajo intenso, decidí cambiar de enfoque. En lugar de cuestionarme o justificarme, respiré y me pregunté: ¿Este comentario me ayuda a crecer o solo a dudar?. La respuesta fue clara.
Las claves para omitir sin culpa
Aprender a ignorar comentarios vacíos no implica ser indiferente o arrogante. Se trata de un acto de autoprotección emocional y enfoque estratégico. Estas son las estrategias que me funcionaron:
Despersonalizar: Reconocer que los comentarios vacíos reflejan más de quien los emite que de quien los recibe. Si un jefe no sabe articular sus expectativas, el problema no es tuyo, es de comunicación.
Buscar retroalimentación activa: En lugar de esperar claridad de quienes no la dan, preguntar directamente: "¿Qué aspectos concretos cree que debo reforzar?". Si la respuesta sigue siendo vaga, asume que no hay nada útil allí.
Autovalidación: Crear un sistema propio para medir el progreso, basado en metas claras y conversaciones con colegas de confianza.
Silenciar el ruido mental: Cuando un comentario vacío llegue, repite mentalmente: "Esto no define mi trabajo".
Lo que gané al soltar la necesidad de respuestas
Al dejar de esperar que los demás cambien su forma de comunicarse, recuperé el control sobre mi energía. Los comentarios vacíos siguen existiendo, pero ya no ocupan espacio en mis reflexiones diarias. En su lugar, priorizo las opiniones de quienes ofrecen retroalimentación honesta y específica, y confío más en mi autoevaluación.
Este aprendizaje también me enseñó a ser más consciente de mi propia comunicación. Hoy evito frases genéricas cuando hablo con mi equipo; prefiero preguntar "¿Qué crees que funcionó mejor en este proyecto?" en lugar de un simple "Bien hecho".
Conclusión: La libertad está en lo que eliges escuchar
Los comentarios vacíos son como eco en una habitación vacía: existen, pero no tienen por qué resonar en ti. Omitirlos no es desinterés, es sabiduría. Al filtrar lo irrelevante, creas espacio para lo que realmente importa: crecer, contribuir y mantener la claridad en un mundo laboral que, a veces, parece diseñado para distraernos.
Al final, la lección más dura —y liberadora— fue esta: No necesitas la aprobación de quienes no están dispuestos a ver tu esfuerzo. Tu valor no cabe en un comentario.