Seamos sinceros: Una parte considerable del trabajo de diseño reside en persuadir a otras personas de que nuestro trabajo es bueno y adecuado para el proyecto en cuestión. El diseño no se limita a la creación de objetos bellos o funcionales. Es un proceso complejo que involucra la interacción entre la creatividad del diseñador y la influencia que este debe ejercer para que su visión se concrete.
La gran mayoría solo se centrará en el resultado final obviando todo el proceso de diseño que se ha producido anteriormente hasta llegar a ese punto. Se nos considera profesionales, se asume que somos buenos en lo que hacemos y solo se valora el resultado final.
Esta paradoja puede llevar a algunos diseñadores a descuidar la parte del trabajo que no se ve, centrándose solo en el producto final.
¿Es suficiente ser un buen diseñador que produce un trabajo increíble?
La chispa de la creatividad
En el corazón del diseño reside la chispa de la creatividad. Es la capacidad de imaginar soluciones nuevas e innovadoras a los problemas, de romper con lo establecido y explorar nuevos caminos. Un buen diseño es aquel que sorprende, que invita a la reflexión y que despierta emociones.
Imaginemos a un diseñador gráfico que se enfrenta al reto de crear una campaña publicitaria para un nuevo producto. Su mente comienza a revolotear con ideas: imágenes, colores, tipografías, mensajes... La clave en este punto es no reprimir ninguna idea, por descabellada que parezca. Se trata de explorar todas las posibilidades, de dejar que la imaginación fluya sin límites.
Un buen ejercicio para estimular la creatividad es realizar lluvias de ideas. En esta técnica, se reúnen varias personas y se les anima a aportar ideas sin ningún tipo de filtro. Cuanto más disparatadas sean las ideas, mejor. Lo importante es generar un gran número de opciones para luego poder seleccionar las más prometedoras.
El arte de la influencia
Sin embargo, la creatividad por sí sola no basta. El diseño también requiere de la habilidad para influir en las personas que tomarán decisiones sobre el proyecto. El diseñador debe ser capaz de comunicar su visión de manera clara y convincente, de generar confianza y de navegar por las complejas aguas de la política organizacional.
Una vez que el diseñador ha desarrollado una idea creativa, llega el momento de influir en las personas que tomarán decisiones sobre el proyecto. En este caso, el diseñador deberá presentar su propuesta al director de marketing, al equipo de ventas y, en algunos casos, incluso al CEO de la empresa.
Para lograr que su idea sea aceptada, el diseñador debe ser capaz de comunicarla de manera clara y convincente. Debe explicar los beneficios de su propuesta, cómo se alinea con los objetivos de la empresa y cómo se ejecutará el proyecto.
Un buen storytelling puede ser una herramienta muy útil para la influencia. El diseñador puede crear una historia que enganche a su audiencia y que la haga conectar con su idea.
Un baile delicado
El diseño es como una danza entre la creatividad y la influencia. Ambas fuerzas deben estar presentes en equilibrio para que el diseño sea exitoso. Si la creatividad es la chispa que da vida al diseño, la influencia es el motor que lo impulsa hacia adelante.
Un exceso de creatividad puede llevar a ideas poco prácticas o irrealizables. Imaginemos el caso de un diseñador de moda que crea un vestido con materiales imposibles de encontrar o con un diseño demasiado complejo para ser producido en masa. En este caso, la idea creativa no podrá llegar a buen puerto.
Por otro lado, un exceso de influencia puede convertir al diseño en una simple herramienta de marketing. Imaginemos el caso de un diseñador web que crea una página web que no es atractiva ni funcional, pero que cumple con todos los requisitos del cliente. En este caso, el diseño no habrá logrado su verdadero objetivo.
Maestros de la danza
Los grandes diseñadores son aquellos que dominan este baile. Son capaces de conjugar la creatividad con la influencia para crear soluciones que sean a la vez innovadoras y viables. Son líderes que inspiran a su equipo y que saben cómo hacer realidad sus ideas.
Un ejemplo de un maestro de la danza es Steve Jobs. Jobs era un visionario con una gran capacidad para imaginar productos que cambiaban el mundo. Pero también era un maestro de la influencia. Sabía cómo presentar sus ideas de manera convincente y cómo generar entusiasmo en torno a sus proyectos.
Un llamado a la acción
Para los diseñadores que buscan dar el siguiente paso, el desafío es desarrollar sus habilidades tanto en la creatividad como en la influencia. Deben aprender a pensar de manera estratégica, a comprender las necesidades de sus clientes y a comunicar su visión de manera efectiva.
En un mundo donde la competencia es feroz, la capacidad de crear e influir es la clave del éxito. Los diseñadores que dominen este arte estarán mejor preparados para afrontar los desafíos del futuro y para dejar su huella en el mundo.
Ejemplos de equilibrio entre creatividad e influencia
El diseño del iPhone: El iPhone es un ejemplo de cómo la creatividad y la influencia pueden combinarse para crear un producto innovador y exitoso. Steve Jobs y su equipo de diseño fueron capaces de imaginar un teléfono que era a la vez elegante y funcional. Además, Jobs fue un maestro a la hora de presentar el iPhone al mundo, generando una gran expectación y demanda.
La campaña "I'm lovin' it" de McDonald's: Esta campaña es un ejemplo de cómo la creatividad y la influencia pueden utilizarse para crear una marca memorable. La idea de utilizar un jingle pegadizo y una imagen simple pero efectiva fue un gran acierto. La campaña ha sido un éxito rotundo y ha contribuido a posicionar a McDonald's como una de las marcas más reconocidas del mundo.
El diseño del Museo Guggenheim de Bilbao: Este museo es un ejemplo de cómo la creatividad y la influencia pueden utilizarse para crear un espacio único e inspirador. El diseño del arquitecto Frank Gehry es una obra de arte en sí misma.