Creo que estamos de acuerdo en que fomentar la comunicación abierta es clave… hasta que aparece “pedir es gratis” y se convierte en un deporte extremo. En muchas de las reuniones a las que asistimos nos encontramos con una lluvia de “¿Y si hacemos…?” sin sentido. Spoiler: ese mundo se llama infierno corporativo a la deriva, y lo más seguro es que el barco esté a punto de hundirse.
El síndrome del "buffet infinito" y sus consecuencia
Un líder que pide cosas como si estuviera en un buffet libre (“un poco de esto, un poco de aquello”) no lidera: hostiga, agota a su equipo. Según un estudio de Gallup, el 74% de los empleados con jefes “solicitadores compulsivos” sufren burnout antes del primer café.
Las consecuencias de esta cultura de la "petición compulsiva" son devastadoras:
Desmoralización del equipo: Tus empleados más valiosos pasan de ser rockstars a zombies que murmuran “sí, lo haré…” mientras actualizan su LinkedIn.
Pérdida de tiempo y recursos: Como se pidió “un dashboard interactivo” que nadie usa, pero costó 3 meses de desarrollo.
Daño a la reputación: Los clientes y el mercado perciben la falta de foco. Cuando una empresa parece priorizar cambios cosméticos (como el infame "botón azul") sobre la solución de errores críticos o la entrega de valor real (caso Boeing 737 Max), la confianza se erosiona gravemente.
“Es solo una cosita… ¿cuánto puede tardar?” (La cosita requiere reescribir el código base).
Aunque el mantra suene bonito, cada petición absurda, superflua or sin estrategia genera facturas:
Costes directos: Esas 20 horas de reuniones para discutir “cambiar la fuente del logo” equivalen a un viaje a Bali para todo el equipo.
Costes indirectos: La productividad cae más rápido que las acciones de Twitter tras un tuit de Elon. Y es que si no hay unas directrices y estrategia clara, los buenos empleados reducen su productividad ya que saben, por experiencia previa, que haberse entregado al 100% será en vano, por lo que prefieren ser más conservadores.
Costes de oportunidad: Mientras tu equipo diseña un “juego de onboarding con realidad virtual” o "un tamagotchi en Figma", la competencia lanza una funcionalidad que roba un buen porcentaje de tu mercado.
Cómo sanar la cultura corporativa antes de la fuga de cerebros
Si tu organización ha caído en la trampa de confundir "pedir es gratis" con "abusar del tiempo ajeno es gratis", aquí tienes un posible antídoto:
Fomentar la comunicación bidireccional (Incluyendo el "NO" constructivo): Crear una cultura donde sea seguro, e incluso esperado, que los empleados cuestionen peticiones, pidan contexto o propongan alternativas si una solicitud parece poco estratégica. Herramientas de feedback (como Lattice) pueden ayudar, pero la clave es el permiso cultural explícito desde el liderazgo para decir "no" o "todavía no" con argumentos.
Establecer procesos claros de priorización: Adoptar y cumplir frameworks objetivos como RICE (Reach, Impact, Confidence, Effort), la Matriz de Eisenhower, o MoSCoW para evaluar el valor real de cada "idea brillante" frente a su coste. La priorización debe ser transparente y compartida.
Promover la responsabilidad en quien pide: Fomentar que quien solicita algo entienda el impacto de su petición en la carga de trabajo y los objetivos existentes. La idea del "impuesto simbólico por petición" (como el bote para pizza) puede ser un recordatorio lúdico y cultural de que cada solicitud consume recursos valiosos que podrían usarse de otra manera.
Celebrar el foco y los logros Reales: Reconocer no solo los grandes lanzamientos, sino también la disciplina del equipo para mantener el rumbo, cumplir los objetivos priorizados y resistir las distracciones. ¿Una semana entera sin desviarse por peticiones aleatorias? ¡Eso también merece un reconocimiento!
Autodiagnóstico rápido: ¿Eres (o tienes) un "jefe buffet"?
Si en 2 o más preguntas tu respuesta es sí, ojo cuidao:
¿Tu última petición calificada de "urgente" llegó sin un contexto claro del porqué?
¿Tu equipo tiene una lista de tareas pendientes más larga que el histórico de "reels para ver luego"?
¿Has usado la frase "esto es rápido", "no creo que lleve mucho tiempo" o "aprovechando que..." para justificar una nueva petición recientemente?
¿Antes de lanzar una nueva idea o petición, te detienes a pensar dónde encaja dentro de las prioridades ya acordadas con el equipo?
¿Con qué frecuencia interrumpes el flujo de trabajo de tu equipo con peticiones "espontáneas" a través de chat, llamadas o pasando por su mesa, en lugar de agruparlas o planificarlas?
¿Te sentirías incómodo/a, o incluso a la defensiva, si un miembro del equipo cuestionara respetuosamente la necesidad, el timing o el valor de una de tus peticiones?
¿Existen tareas, informes o análisis que pediste con insistencia ("¡lo necesito ya!") hace semanas o meses, y que todavía no has tenido tiempo de revisar o utilizar realmente?
¿Puedes articular claramente cómo cada una de tus peticiones recientes contribuye directamente a los objetivos estratégicos clave (OKR, KPI, etc.) del equipo o la empresa? ¿O muchas son más bien "cosas que molaría tener"?
¿El feedback que recibes (si lo pides) sugiere que el equipo se siente a menudo disperso, reactivo o sin una dirección clara sobre qué es lo verdaderamente importante?
Podríamos concluir, por tanto, que pedir nunca es gratis. Cuesta tiempo, energía, enfoque, talento y, sobre todo, salud mental. Si empiezas a notar que tu equipo mira más por la ventana que a la pantalla, con esa mirada perdida de quien planea mentalmente una huida, quizás sea el momento de cerrar el grifo de las peticiones indiscriminadas y abrir bien los oídos. Escuchar activamente, priorizar con sensatez y respetar el tiempo y la capacidad de tu equipo no es solo buena gestión; es una cuestión de supervivencia empresarial.