Hace ya algunos años que empecé la apasionante aventura donde el mundo del diseño y el mundo de la tecnología encontraban su unión. Empezar en una startup también me ha dado la oportunidad de desarrollar otras disciplinas, además de la experiencia de usuario y el diseño de interfaces, como lo es gestionar el soporte, en mi caso, de una aplicación. Lo cierto es que, gracias a recibir esa gran cantidad de feedback, de manera constante, puedo saber en todo momento, en qué estado se encuentra la satisfacción del usuario, cuales son sus dificultades, qué sugerencias tiene y un largo etcétera que me ayuda a recopilar una serie de premisas o insights muy valiosos para poder así seguir avanzando y desarrollando el productor digital. Pero de todas estas preguntas que recibo, quizá, la que más inquietud me genere sea la de ¿eres un robot o un humano?.
Inmediatamente, y de forma inevitable, un pequeño escalofrío recorre mi cuerpo. Normalmente este tipo de preguntas las formulan usuarios pertenecientes a la Generación Z y algún que otro millennial (donde yo me incluyo). Como ya sabes, estas dos clasificaciones, entre muchas otras cosas, han crecido rodeados por el avance y dependencia de la tecnología.
Pero ¿cómo es posible que, tras tener varios minutos de conversación por chat, recibiendo respuestas coherentes a preguntas (en no pocas ocasiones técnicas), alguien pueda creer que tras su pantalla existe una máquina, que es capaz de leer todos sus pensamientos y de esa forma poder, de una manera milimétrica, resolver sus dudas?
¿Está llegando la Inteligencia Artificial demasiado lejos?
Cada día vemos más noticias relacionadas con el Big Data, robots inteligentes, hologramas, realidad virtual y realidad aumentada. Incluso hace poco tuve la oportunidad de ver cómo en China daba las noticias un presentador que en realidad era un holograma. He podido ver también renderizados o vídeos fotorealistas de amaneceres o atardeceres donde el recorrido del sol dejaba ver o hacía desaparecer en las sombras, paisajes, rocas, lagunas… y costarme distinguir si era un vídeo realizado por un equipo de profesionales o una representación virtual. Incluso circulan por las redes vídeos donde hay personas que se caen al suelo o casi mueren de un infarto, debido al susto tan grande que se han llevado, tras jugar a un videojuego con gafas de realidad virtual.
Sinceramente, me agobia un poco la idea de que llegue un momento donde no sepamos si lo que nuestros ojos están viendo es o no real y, viendo a vista de pájaro la dirección y la velocidad a la que se dirige el asunto, no es de esperar que suceda en pocos años.
Por supuesto con esta reflexión no pretendo dictaminar un mal augurio, sino todo lo contrario. Realmente creo que la inteligencia artificial puede hacernos la vida más fácil y cómoda pero, lo que quizá quiera expresar es que, debemos de ir con cautela y no dejar que nos acabe dominando. Que forme parte de nuestras vidas pero que no nos veamos sometidos a su existencia, olvidando lo que realmente somos.